Dos latidos

Publicado por garvidal en

El tiempo se dilató hasta el infinito entre los dos latidos que pasaron desde que llamó al timbre hasta que ella abrió la puerta. Se agolparon en él un millón de miedos antiguos que habitaban entre las rendijas de su pasado, miedos macerados en patios de colegio, en la soledad del diferente, en el entreacto del que se piensa demasiado y se cree demasiado poco. Lo atracó la ansiedad del perdedor que ya no juega, dejándolo sin argumentos que defendieran presentarse ante ella. Toda la seguridad impostada que lo había llevado hasta ahí se hizo astillas y cayó a sus pies, como los cristales de una bombilla rota, y sus rodillas, cobardes, lucharon entre ellas para dejar de sostener tanto miedo. El discurso que tenía preparado se diluyó en un balbuceo escaso y, sus manos, sudorosas, no acertaban a sostener el ramo de flores y la botella de vio que portaban. Y llegó el segundo latido y ella abrió la puerta. Lo miró y leyó todo eso en su mirada. Sonrió, mientras giraba la cabeza y entrecerraba los ojos, como pidiendo paciencia, suspiró profundamente y, con un libero rubor dibujándose sobre sus mejillas, le dijo:

— Anda, entra, que pensaba que no ibas a venir nunca.

Y todo comenzó entonces, al segundo latido.

Categorías: Microrrelato

0 comentarios

Deja una respuesta

Marcador de posición del avatar

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.