El mensaje

Publicado por garvidal en

Al pasar frente al portal vi que la puerta estaba abierta. Dentro solo habitaba la oscuridad y un rostro, iluminado por la pantalla de un teléfono móvil, que parecía flotar sobre las escaleras. Era temprano. Yo caminaba hacia el trabajo con mi desbordante deseo habitual por llegar y pensé en la soledad de aquel hombre, sentado en la escalera, dentro del zaguán de un edificio antiguo, viviendo una vida en remoto a través de una pantalla cuya única luz le iluminaba el rostro. No miraba a la gente que deambulábamos, como almas en pena, por la calle, ni aún a aquellos que paseaban a sus perros de buena mañana, tan solo estaba absorto en una pequeña pantalla que lo evadía de la oscuridad que lo rodeaba. ¿Era eso lo que hacíamos ahora? ¿Evadirnos de la soledad que nos rodea a través de nuestros teléfono o, en realidad, lo que hacemos es crearla, olvidarnos de lo que tenemos más cerca alabando a los falsos profetas que llevamos en nuestros bolsillos y de los que estamos más pendientes que de la gente que nos rodea? Mientras, el resto de la gente camina por la calle con el silencio adormilado de las mañanas, con el murmullo del despertar forzado, del castigo diario. Unos pocos charlan animados, también por el teléfono. ¿Qué toma esa gente? Y no dejo de pensar que, quizá, hemos perdido la vista al horizonte. Ya no se ve el infinito de la llanura entre los edificios, ya no miramos más allá de nuestras manos. Habría que volver, a la naturaleza, a los amigos, a la familia, a las comidas sin móviles, a las cenas tranquilas y las sobremesas plácidas, a las dudas que no se resuelven al instante, al tiempo en el que podíamos aburrirnos. Y, mientras pienso todo esto, me llega un mensaje.  

Categorías: Microrrelato

0 comentarios

Deja una respuesta

Marcador de posición del avatar

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.