La novia

Publicado por garvidal en

La encontró malherida y maltrecha bajo una manta de escombros en la última planta de la torre. Cualquier otro la habría dejado morir allí, sin duda, pero su alma de carpintero se conmovió al ver como la vida escapaba de sus manijas y la llevó con él a su viejo taller, destartalado y polvoriento. Cada noche, al terminar su jornada, levantaba el manto bajo el que la cobijaba y, con infinita paciencia, remendaba su alma dañada con soldaduras, limas y un calibre, hasta conseguir que su malogrado corazón volviera a latir. Y lo supo, fue entonces consciente de que sus vidas, su tiempo, estarían ya unidas para siempre, cada minuto, cada instante, cada latido sincronizado, cada giro de la esfera. Devolverla a la torre fue doloroso, pero aquel era su lugar. Le talló un hermoso altar sobre el que la depositó y la hizo cargar de nuevo con aquel pesado lastre que la anclaba al tiempo y que le daba voz y vida, los dos inmensos contrapesos que permitían al reloj tañer sus campanas. Y aquel carpintero bondadoso, aquel hombre de caminar dolorido, subiría ,a partir de entonces, cada tarde para dar cuerda a su novia, aquella singular alma de metal y madera que había encontrado casi deshecha al restaurar la torre del castillo de Castro Caldeas que, desde ese día, tomó el nombre de torre del reloj.

Lo encontramos allí una tarde, mientras visitábamos el lugar. Él ascendía con dificultad a través de la estrecha escalera que conducía hasta la sala del reloj mientras nosotros nos maravillábamos por la precisión de la vieja maquinaria. Allí nos contó esta historia, y allí vimos como su novia, el corazón de aquel reloj, sería a buen seguro el marcapasos que regirá el resto de su vida. Quién sabe si, el día que el corazón del viejo carpintero se detenga no lo hará también, y esta vez para siempre, el reloj de la torre.

Categorías: Microrrelato

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