Cesar
Cesar no alcanzaba a mirar por la ventana del salón. Tan solo cuando saltaba veía, durante un instante, el continuo deambular de vehículos por la calle. “La eternidad es el tiempo sin ella”, pensaba, y volvía a saltar como si en una de aquellas piruetas, por arte de magia, Laura fuera a aparecer caminando de vuelta a casa.
Había estado entre las sábanas olisqueando su recuerdo para calmarse, revolviendo la cama entre juegos. Luego había comido algo y de vuelta a salón, a intentar mirar por la ventana una y otra vez.
Cuando escuchaba algún ruido tras la puerta agudizaba el oído y se ponía tenso, dos niños, la anciana del cuarto, un repartidor sudoroso y las dos estudiantes del bajo B pasaron por la escalera antes de que, con una sonrisa en el rostro, Laura volviera a casa y lo encontrara feliz, con su correa en la boca esperándola.
0 comentarios