Cortando hilos

Publicado por garvidal en

El día en el que las marionetas arrancaron sus hilos para ser libres también lo hicieron las cometas. Mientras que los títeres huyeron, claqueteando contra el suelo empedrado huyendo hacia las montañas de los titiriteros, las cometas emprendieron el vuelo como una nube de pájaros de colores. Sus almas, de papel maché, vibraban contra el viento húmedo que venía del mar, sus colas centelleantes dibujaban olas en el cielo, como millones de pequeñas serpientes multicolor que perseguían a las adiamantadas aves. Algunas de ellas quedaron atrapadas entre las ramas de los árboles cercanos, otras ascendieron como icaros hasta que el sol derritió sus varillas y las consumió; pero la gran mayoría surcaron los vientos buscando un sitio para anidar. Nadie volvió a verlas. Algunos dicen que, en una isla lejana, justo en el punto Nemo, que es el lugar más alejado del mundo, las han visto sobrevolar el volcán del fin del mundo, pero son tan solo leyendas de viejos marineros que han tenido demasiada mar. La única verdad es que, desde aquel día, los niños fueron menos niños sin cometas y sin marionetas; dejaron de soñar, aparcaron los trenes de juguete en las estaciones, las muñecas somnolientas en los baúles, y pusieron su mirada sobre pantallas y más pantallas. Les dieron los sueños hechos, les robaron los juegos infantiles y los transformaron en mundos virtuales de pago, les robaron la fantasía y les cambiaron los deseos por necesidades. Y la mirada, aquel brillo en la mirada de los niños, se apagó, quién sabe si para siempre.

Categorías: Microrrelato

0 comentarios

Deja una respuesta

Marcador de posición del avatar

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.