Esteban

Publicado por garvidal en

Escribir para Esteban era cómo hablar al oído de una estatua, cómo garabatear versos en la arena de la playa, fugaz, inútil, estéril. Para él, narrar era cómo esperar al eco mudo de la llanura, al brillo escaso de la luz de enero en las tímidas flores de los almendros, al llover manso de las nubes preñadas de grises de la primavera temprana. Todas las páginas escritas le marchitaban a los ojos, convirtiendo sus palabras en ceniza fría, en los posos de las tazas de líquido evaporado sobre las mesas de los cafés abandonados. Y la tinta se convertía en sangre derramada, oxidada sobre las hojas de los plataneros que caían sobre las aceras, enciclopedias de sueños a los ojos de los ciegos, palabras ribeteadas en las costuras de una vida que silenciaba la rutina, piel de los ajos secos y perejil marchito que habitaban en la nevera de su pecho. Esteban clamaba en el desierto de los escritores mediocres, de los rostros que no se reflejan en los espejos, caminaba por los senderos que no te elevan a ninguna cumbre, entre las sombras de los bosques que devoran las almas de los poetas, pernoctando siempre en la sonámbula tristeza de saberse mudo a los ojos de los demás. Escribir, para Esteban, era cómo morir en cada palabra para resucitar en cada verso, como transitar las vías de tren que no llevan a ningún sitio sobre la eterna meseta. 

Categorías: Microrrelato

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