Paseando juntos
—Nunca he sido cariñosa, no me veo de la mano de nadie por la calle, que quieres que te diga.
Tomábamos un helado caminando juntos por el paseo marítimo a la distancia justa de la amistad asumida.
—¿No has sentido deseo?
—¡No! ¡No sé! Bueno, atracción, interés sí, quizá, pero esa “fuerza” que llamas deseo sinceramente creo que no. Define deseo.
—Vale, veamos: entras a una panadería, vas a comprar no sé, colines…
—¿Colines?
—¡Sí, colines, qué mas da! Cuando de repente algo se cruza en tu mirada. No sabes que pasa. Tú casi te ves desde fuera. De repente notas como si un mono se arrojara desde arriba y se abrazara a tus rodillas, que comienzan a temblar de inmediato, la boca se te seca y comienzas a respirar apresuradamente, con el vello erizado y un calor volcánico que se acomoda en tu vientre te enrojece hasta las pestañas. Estás de pie sobre un bloque de hormigón que aprisiona tus piernas temblorosas. Y no aciertas a contestar, casi balbuceando, cuando el joven que te atiende, todavía con algo de harina sobre sus mejillas doradas, te pregunta que deseas.
—Mierda…
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