Puñales
Si se hubiese girado en aquel preciso instante quizá toda la historia habría sido distinta. Quizá habría visto las lágrimas suicidas en sus ojos, los puños crispados por el dolor, el roto lamento de un rostro que se hundía en el abandono. Quizá una mirada atrás, superando el orgullo, habría evitado el naufragio en el mar de la tristeza del que es imposible salir. Pero no lo hizo. Siguió caminando, dejando su alma a cada paso. Y la abandonó en ese lugar oscuro al que conduce la pena, guiado por un absurdo convencimiento de estar en posesión de una verdad asesina que cercenó el futuro de ambos. Cuando sus oídos fueron capaces de volver a escuchar, los sollozos se habían convertido en silencios y los recuerdos en puñales.
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