Ramón

Publicado por garvidal en

“La vida no da tregua” pensaba Ramón cada mañana al descargar los enormes fardos que llevaba hasta la lavandería, procedentes del hospital. Sábanas sucias, batas, pijamas, lienzos todos en los que enfermos y médicos dejaban cada día su impronta, su sudor, su sangre. Cada uno de aquellos enormes sacos era sustituido por uno de igual tamaño pero de los que emanaba ese olor plácido de ropa recién planchada, que Ramón volvía a cargar en su furgón, ya algo viejo pero valiente, y que de nuevo llevaba hasta el hospital. Allí estará Carla, esa auxiliar de ojos esmeralda a la que no había visto todavía la sonrisa en todos los meses que llevaba trabajando para la lavandería. La había dibujado de mil maneras, había imaginado sus dientes pequeños y blancos, sus labios como un fresón maduro, su nariz, que casi no se notaba bajo aquella mascarilla verde eterna que cubría parte de su rostro. “¿Y si cuando pase todo esto y no nos conocemos al cruzarnos por la calle?” se preguntaba. Carla era su fantasía de las tardes en soledad y sus noches de insomnio, la imagen difusa que se le presentaba en sus sueños, el rostro de una mujer en el que tan sólo conocía sus ojos; era la tabla a la que se agarraba para no naufragar de nuevo en ese mundo absurdo de sensaciones castradas, boca pastosa, decisiones automáticas y vida plana en el que lo dejaban los antidepresivos. “Hoy será el día”, pensó. Aparcó junto a la entrada. Carla ya estaba allí esperando la ropa. “Buenos días Ramón”, “Buenos días, Carla. Aquí la tienes –dile algo-. Hoy viene más limpia que nunca –dile algo-. ¿Te la dejo en el carro? –dile algo”.

Encendió la tele para comer con la compañía que da el ruido. El silencio lo perturbaba, le taladraba el alma. “Mañana será el día”, pensó, “mañana seguro que me atrevo”.

Categorías: Microrrelato

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