Rita (extracto, personaje de “Exlibris”)
Rita nunca había tenido una amiga. Cuando era pequeña jugaba con sus dos hermanos, sobre todo a indios y vaqueros, a caballeros y princesas, y aunque siempre le tocaba ser rescatada o secuestrada según las diferentes historias que pergeñaban entre los tres, lo que a ella le gustaba de verdad era lanzar flechas y luchar con la espada, antes que esperar pacientemente su rescate atada al tótem del tormento, en realidad un viejo palanganero de sus abuelos cuya jofaina y aguamanil habían pasado a mejor vida en alguna de las múltiples travesuras de los tres pilluelos. Había sido una niña feliz, pese a la ausencia de una madre que tuvo a bien morir cuando ella cumplió los ocho años.
Su madre, Marta, siempre había sido una mujer enfermiza. Como un mal endémico que persiguiera a su familia también había quedado huérfana de madre muy joven, con lo que no supo nunca serlo. Se crió con sus tías, dos solteronas de Valladolid con más misales que modales y que la casaron en cuanto tuvieron la más mínima oportunidad para quitársela de enmedio y poder volver a sus oraciones y mundanos cotilleos. Marta había tenido a sus tres hijos rozando siempre la desgracia, pero finalmente fue una neumonía la que se la llevó un frío invierno tras una breve convalecencia. No hubo muchas lágrimas por Marta, sus hijos raramente la vieron salir del cuarto que ocupaba continuamente con sus migrañas y sus fiebres. Su marido, siempre ocupado en quehaceres y quereres tampoco había sabido estar a su lado, así que la enterraron en el panteón familiar y tallaron una rosa sobre su tumba, que siempre estuvo desnuda de flores frescas.
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