El edificio

Publicado por garvidal en

La única ventana de su cuarto daba a un patio de luces deslucido, lleno de paredes desconchadas y palomas, torcaces y tozudas que, como funambulistas, caminaban por las cornisas y las cuerdas ya vencidas de los tendederos. La mayoría de los balcones que daban a ese patio, antes tribunas de juzgados populares y mentideros públicos, estaban ahora cubiertos por aluminio acristalado y chapa, por cuyas pocas veces abiertas ventanas las resilientes amas de casa tendían la ropa como banderas blancas pidiendo paz. Tras ello volvían a sus quehaceres autoimpuestos para ocupar un tiempo hueco de hijos ya migrados, de maridos que marchitaron antes que ellas, de vidas pasadas en un suspiro. Él las veía envejecer en los mercados cercanos a su casa, comprando cuarto y mitad de salchichón por si viene mi nieto, que le gusta merendarlo, rebañando las monedas más pequeñas de los monederos para pagar el litro de leche y las magdalenas que, para las tardes de invierno, cuando la luz se escapaba por los callejones, las acompañaban junto a la mesa camilla y el batín. El jolgorio de niños en la escalera había enmudecido hacía tiempo, quedando tan solo el de los estudiantes que ocupaban los pisos más baratos y alguna familia de inmigrantes que iba y venía cambiando rostros y razas. Y él, como único naufrago de un tiempo lejano, pensaba que la juventud era un ave de paso, un falso parpadeo que te deja al borde del precipicio de una madurez indeseada. Ahora, llegado el tiempo en el que ninguna llamada más allá de las diez de la noche traía buenas noticias, acomodado en el sosiego de la mata y el sofá, se veía abocado al tobogán del tiempo, cayendo cada vez más rápido y con el vértigo de un porvenir que ya pasó de largo. La anestésica rutina, mal necesario; la cama acomodada a su calor; las fotografías encalladas en el recuerdo, como pinzas de las que colgaba el pasado; todo el deseo apagado de no apagarse y los discos que hacía años nadie escuchaba acostados en su repisa. Qué dulce se le hacía el sabor de lo añejo.

Categorías: Microrrelato

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