La flor del recuerdo

Publicado por garvidal en

Al abrir el libro encontró una flor seca, recuerdo de la primavera pasada. Recordó que ella la llevaba en el pelo, atrapada entre las matas oscuras de aquel bosque que tanto le gustaba acariciar. Se la retiró del cabello y la dejó entre las hojas del libro que esta leyendo, absorto, en aquella dócil tarde, y entrecerró sus ojos cuando lo besó dejando el libro a su lado con suavidad. El aroma de su perfume se quedó impregnado entre las páginas, que ahora acercó a su rostro intentando sentir de nuevo la piel amable de ella. Aquel día estaban bajo un nogal, protegidos del ambiguo sol de primavera, sentados sobre una manta parduzca que cubría el suelo bajo ellos mientras el silbo del viento entre las ramas de los árboles los adormecía. Habían subido desde el riachuelo, en el que ambos bañaron sus pies descalzos, para merendar bajo aquel majestuoso árbol y, allí, ella se durmió placenteramente mientras él intentaba mantener la mirada fija en aquel libro que se negaba a mantenerse quieto entre sus manos. Quizá también dormitó un poco ya que, cuando abrió los ojos de nuevo, la encontró a su lado, sentada, descalza, hermosa con aquella flor que ahora volvía del pasado para recordarla. Separaron sus destinos ese otoño, cuando a él le marchitó la mirada, cuando se recogieron las nueces de aquel nogal. Había caminado, desde entonces, con las manos en los bolsillos, con los brazos caídos y el alma arrastrando tras él, con el resuello escaso del que no respira de otros labios. Y hoy, al abrir aquel libro, al encontrar esa flor, se descubrió atrapado y seco por su propia historia, una historia que nadie leería, una flor que nadie encontrará entre sus páginas. La dejó ir, como un diente de León soplado por el viento; se pensó tanto él y a ella tan poco que ahora, cuando el río del tiempo había abandonado los rápidos, se descubrió pensando que todo lo bueno que había en él había nacido de ella. Y cerró el libro, dejando aquella flor atrapada entre sus páginas, consciente de que los cajones del recuerdo están llenos de trampas.

Categorías: Microrrelato

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